A través de esta columna Iñaki Aliende nos obliga a tomarnos un minuto y reflexionar acerca de la actual crisis, los factores relacionados con la misma y los elementos a tener en cuenta para no volver a caer en otra situación similar.
A veces me pregunto si hubiéramos actuado de manera diferente, si un año y medio atrás un desmayo colectivo nos hubiera permitido ver durante dos minutos y diecisiete segundos lo que se avecinaba.
Tengo amigos que se enojan cuando escuchan a alguien decir que algo de crisis viene bien. Pero volviendo al supuesto de que hubiéramos podido visionar la crisis, ¿habríamos sido capaces de remar lejos de la tormenta? ¿O nos habríamos dejado llevar entendiendo que se trataba de una realidad implacable?
Cuando tratamos con personas como es el caso de esta columna, remar hacia un fin significa asumir al menos parte del "espíritu empresarial" que definíamos aquí en la pasada edición de la revista (Learning Review España, edición n° 8). El espíritu empresarial no se resigna y lucha incluso cuando un período de crisis parece evidente. Ésta es una de las cosas que aprendí leyendo "Cómo cambiar el mundo" de David Bornstein. El problema viene cuando ese espíritu no es respaldado por los grandes decisores de la economía (léase altos directivos, instituciones públicas de las distintas administraciones, medios de comunicación, etc.).
La posibilidad de asumir un nivel de riesgo razonable, la planificación del futuro en las organizaciones y la creación de compromiso con las personas son tres de los pilares en los que fundar un crecimiento acertado y una economía sostenible, tanto como si la energía que utilizamos es verde o naranja.
Por el contrario, vemos señales que desincentivan asumir el riesgo en una economía donde paradójicamente abundan las pequeñas empresas, pero donde la avaricia y el lujo vinieron a sustituir hace años a la previsión y donde finalmente la crisis que tenía que llegar es gestionada en muchas empresas a espaldas de las personas que son las que finalmente aportan compromiso.
Los repetidos casos de corrupción política gestionados frecuentemente con demasiado cinismo y poco autoaprendizaje en los partidos políticos, en las asociaciones empresariales y en los sindicatos no ayudan a fomentar el espíritu empresarial. La lentitud de las instituciones públicas en la toma de decisiones, la pervivencia de una política fiscal que no es capaz de moderar su voracidad tributaria ni de crear incentivos mientras apoya a los supuestamente más débiles, y los modelos de éxito personal basados en la conservación de un empleo a toda costa, independientemente del valor que genere para la sociedad (que es la que paga), tampoco favorecen la economía sostenible.
Con ese panorama, ¿será usted quien le diga a un joven universitario que debe arriesgar e innovar? ¿Cuál es el paradigma de éxito que tenemos los ciudadanos en la cabeza?
Y luego vienen los otros dos elementos de los que los profesionales de recursos humanos debemos sentirnos actores fundamentales: la planificación y la creación de compromiso.
En esto último un responsable de selección ante la crisis posiblemente deberá contener las incorporaciones, pero debería persistir en cuidar sus fuentes de reclutamiento vigilando plazos, coste y calidad, entre otras cosas para generar imagen de marca entre los candidatos y en la sociedad.
Un responsable de formación probablemente tendrá el impulso de renegociar tarifas de los proveedores, pero también debería ser capaz de enfocar las necesidades formativas prioritarias y generar respuestas a los problemas y realidades de sus compañeros.
Los responsables de desarrollo, con la prudencia que exige el encontrarnos inmersos en períodos de reducción de plantillas, podrían ser capaces de buscar aliados para hallar la salida a los malos tiempos, encontrando estrategias defensivas ante la crisis y no frente a las personas que pueden en muchos casos ayudar a salir de la crisis aportando imaginación y coraje, y remando así lejos de la tormenta.
Sin duda, parece que una economía sostenible requerirá más que un melódico mix de políticas gubernamentales. Previsión, rigor e imaginación son considerados tres componentes fundamentales.
Pero no se preocupen, si coinciden con el flash-forward que les acabo de describir, aún estamos a tiempo de evitar una nueva crisis y ser un poco más sostenibles.
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