El proyecto surgió en el 2008 y se implementó en el 2009, con más de 250 personas. Allí se describe una experiencia de educación de intercambio, donde la etapa de creación y generación de conocimientos era participativa. Todos debían tener su perfil de Facebook como requisito, aunque antes de entrar a la cátedra, según cuentan los autores, el 94% de los estudiantes ya contaba con uno. También para su implementación se necesitaron algunos roles mediadores, fundamentales para hacer la experiencia.
La propuesta, explica uno de los autores, era convertir a la red en un entorno conversacional e interactivo sobre el aprendizaje. Además, se buscó estimular el trabajo entre pares y hubo una producción colaborativa desde la cátedra, que excedía la cursada.
Para el proyecto no sólo se utilizó Facebook, sino todas las herramientas de la Web 2.0 y el celular. También se postuló una revalorización de lo audiovisual, tan denostado por algunos pensadores y una reflexión sobre el regreso a la imagen.
Exámenes y ensayos fueron desplazados por la producción de material multimedia, que ni la mirada desconcertada de los alumnos, al comienzo del proyecto, ni la falta de equipamiento que tenía el aula en la que se daba la materia, impidió su elaboración.
La experiencia se relata en el libro a lo largo de tres capítulos: De la educación a Facebook; De Facebook a la Educación; Educación, Redes Sociales y lo que vendrá.
El libro es dinámico, explica y cita diversos autores, con los que el lector asentirá y disentirá, pero que necesariamente enriquecen la perspectiva desde la que se planteó este experimento, en el que se acentúa la importancia de la utilización de las herramientas tecnológicas y de comunicación al servicio de la formación y el conocimiento.
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