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Modelos de educación a distancia

Recientemente se ha hecho pública la decisión del Gobierno autonómico de suspender el proceso de digitalización de las aulas de Cataluña. Entre las razones aducidas, la consejera de Enseñanza, Irene Rigau (CiU), ha asegurado que las tecnologías pueden entorpecer el aprendizaje de la lectura y la escritura. Es una acusación grave que extiende un halo de sospecha sobre la utilidad real de la tecnología aplicada a la educación. Se trata, además, de una opinión ampliamente extendida, por lo que merece la pena analizarla.

La falsedad se refiere a la concepción educativa que se esconde tras este modelo. El esquema es simple: el profesor está colmado de sabiduría y el proceso de aprendizaje consiste en verter sus conocimientos sobre esas vasijas vacías que constituyen los cerebros estudiantiles. A continuación, el profesor inspecciona en qué medida el conocimiento ha quedado atrapado en la mente del estudiante, o bien ha pasado sin pena ni gloria por las jóvenes cabezas. La mente humana no funciona así porque los niños llegan al aula con unos preconceptos que el profesor tiene que reconocer y combatir, para dar cabida a las ideas sistemáticas procedentes de los distintos campos de la ciencia. Muchos alumnos acaban la educación obligatoria sin haber comprendido nociones básicas como las referentes a la fuerza de gravedad debido a que nadie les obligó a replantearse unas ideas adquiridas durante la infancia. Un profesor no puede conformarse con dominar las asignaturas que enseña, ni limitarse exclusivamente a transmitir ciegamente esa información, sino que tiene la obligación de plantearse cuestiones metodológicas en cuanto al proceso de enseñanza y aprendizaje, y cómo lograr que este proceso sea lo más exitoso posible.

La comunicación está al servicio del progreso. La enseñanza tradicional fracasa a la hora de facilitar el diálogo y la comunicación. Tal como señaló irónicamente el físico Jorge Wagensberg en una sesión que dedicó el Senado a la educación en 2009: “La palabra silencio se inventó en la escuela”.  La frustración y el fracaso del profesor se expresa cuando reclama silencio por carecer de otros recursos y alternativas. ¿Por qué no aprovechamos en beneficio de la educación la predilección que sienten los jóvenes por las tecnologías? ¿Por qué no usamos las tecnologías para facilitar la comunicación y la transmisión de información? El aula tendría que ser el reflejo de una sociedad que se apoya en la conversación y la comunicación para progresar. Y sin tecnología, las posibilidades de comunicación se reducen dramáticamente hasta la unidireccionalidad.

El fin de la educación consiste, como afirma el psicólogo evolutivo Steven Pinker, en “proveer a los estudiantes con nuevas herramientas intelectuales para comprender el mundo”. La tecnología puede hacer realidad este objetivo, y constituir la gran oportunidad para crear ese ambiente propicio y estimulante con el que uno piensa al soñar con el aula ideal.

Fuente: www.vozbcn.com

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