Hay una coincidencia sospechosa que escucho en cada congreso o seminario de e-learning al que asisto: casi todos los ponentes insisten en que la tecnología no es importante y que no hace la diferencia. No deja de ser cierto, pero por mucho que nos desagrade reconocerlo, si hemos llegado hasta aquí es gracias a la tecnología aunque el aprendizaje sea independiente de ella. Además parece evidente que, cuando menos, nos está haciendo reflexionar, pensar y discutir sobre el modelo de educativo vigente. No debiésemos olvidar que no hace mucho tiempo hubo muchos que promovían la idea de que con el aterrizaje de Internet se solucionaba el problema de la educación.
¿Qué nos permite la tecnología? Desde luego, nos permite hacer cosas DIFERENTES que hasta hace poco resultaban imposibles de un aula, por difíciles, caras o peligrosas. El valor de un ordenador no radica en escribir, leer o retransmitir. Nos permite hacer cosas mucho más valiosas, nos permite practicar, hacer, ser proactivos, recuperar el modelo de maestro-aprendiz y además que el aprendizaje sea por demanda (lo que yo necesito cuando a mí me hace falta) y no una avalancha enorme de contenidos que no me sirven. El ordenador permite la interactividad, pero no entendida como hacer click, sino como plantear desafíos, tener la posibilidad de escoger diferentes opciones y de explorar los resultados de esas acciones.
También permite integrar muchísimo mejor los diferentes sentidos (al fin y al cabo estamos en el mundo multimedia digital) y aminorar el texto que ha sido casi el único medio en la educación a distancia o fiarlo todo a la cultura oral de las clases presenciales. Pero sobre todo permite hacer, no solamente escuchar y ver sino practicar, investigar, experimentar y obtener feedback sobre qué estoy haciendo, cómo lo estoy haciendo, porqué lo estoy haciendo, etc. Obviamente, todo esto es imposible en un aula ya que los libros son lineales y NO dan feedback alguno y los profesores no son precisamente expertos en interactividad y feedback. De hecho, en Chile al profesor de un curso también se le denomina "relator", la palabra lo dice todo.
El ordenador tiene potencial para alterar la naturaleza de la educación, de redefinir Qué se enseña y Cómo se enseña. Apenas se ha sido consciente que el nuevo medio cambia la experiencia educativa y no se trata de replicar el aula en el ordenador. El ordenador permite muchas cosas pero no las garantiza de por si. Si bien hasta hace unos años, las posibilidades eran muy limitadas, hoy esas barreras ya no existen y podemos entregar a los alumnos experiencias que antes no podían tener.
La tecnología posibilita aprender en red, CON otros y DE otros, permite compartir, colaborar, discutir y reflexionar con otros y aprovecharme del conocimiento de otros y también enseñar a otros. Sobre todo, el ordenador es entretenido. Mientras frente a la TV o en un aula es poco lo que puedo hacer, frente a un PC es difícil quedarse dormido, incluso la postura es distinta. No cabe duda de que nos falta mucho por recorrer en el mundo de la tecnología. Nos falta integrar full video y audio, wireless y realidad virtual pero con la tecnología que tenemos es más que suficiente para hacer cosas interesantes.
Muchas de las profecías no se han cumplido. Anywhere ha terminado siendo "aprendes desde tu casa" y Anytime ha significado "aprendes en tu tiempo libre".
Con los años que llevamos recorridos, lo que sí podemos hacer es una pequeña revisión sobre cuales eran las promesas que se hacían del e-learning, qué decía el discurso oficial (eminentemente tecnológico en aquellos días) y qué ha ocurrido en la realidad, donde estamos hoy. El primer mandamiento siempre era "en cualquier sitio y en cualquier momento", todos proclamaban que iba a ser "más barato", iba a haber "miles de cursos", se iba a "aprender más rápido" y el porcentaje de "retención iba a aumentar". ¿Cuál ha sido la consecuencia? Muchas de las profecías no se han cumplido. Anywhere ha terminado siendo "aprendes desde tu casa" y Anytime ha significado "aprendes en tu tiempo libre". Tampoco es verdad que sea más barato y mucho menos en proyectos a corto plazo; basar la estrategia en buscar lo más barato generalmente implica atentar contra la calidad. Los miles de cursos acaban siendo una sobredosis de contenidos poco relacionados generalmente con mis preocupaciones. Cantidad no implica calidad. Nadie ha sido capaz de demostrar que se aprenda más rápido y ni que se retengan más.
Es obvio que teníamos, y tenemos, problemas con educación presencial. La escuela estaba estructurada como una cadena de montaje de una fábrica donde al alumno le decían lo que tenía que aprender, cómo lo tenía que aprender, para qué fecha y como lo tenía que repetir en el examen para que le aprobaran. Esas escuelas producían el tipo de empleado que las empresas de la época requerían. Los cursos de formación de las empresas no han cambiado tanto. Todo el mundo tiene que estar sentado, callado, escuchando (en el mejor de los casos) el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar, en la misma página. Es todo demasiado industrial, demasiado artificial y deja de lado las preguntas que se hacen los participantes, lo que no entienden y sobre todo no le da ninguna posibilidad al alumno ni de experimentar, ni de practicar, ni de reflexionar ni de poder probar lo que luego le va a tocar hacer en su puesto de trabajo. Si de algo debiese hacerse cargo precisamente la formación es que yo pudiera practicar aquello que me voy a encontrar mañana en mi oficina,
Además de todos estos problemas, nunca nos ocupamos del cliente, del alumno. No le preguntamos si le interesa, si le atrae, si le sirve, si le gusta, si le importa, si lo pasa bien, si aprende y si le permite mejorar el desempeño y si incide en el negocio. Con este panorama tan poco alentador, ¿cómo va a funcionar online si lo que hacemos es empobrecer el modelo? Eliminamos los sentidos del mundo físico y reducimos el e-learning a puro texto, sacamos al profesor de carne y hueso y lo sustituimos por un profesor virtual con quien la comunicación es distinta. Nuestros compañeros del aula también desaparecen, pueden estar virtualmente pero ya no voy a coincidir con ellos ni voy a verles y por si fuese poco, ponemos por medio un artefacto (PC) que mucha gente no sabe cómo manejar y las autopistas de una información que muchas veces son verdaderos caminos de cabras. El resultado es que lo que antes el alumno leía en un manual hoy lo tiene que ver en la pantalla del ordenador que es mucho más desagradable. Pasar un manual a online es relativamente sencillo, pero no garantiza nada y no tiene ningún impacto sobre la capacidad que tiene una persona de aprender y sobre todo aplicar lo que aprende en su trabajo. La pregunta es sencilla ¿Qué sentido tiene tener un acceso rápido y fácil a contenidos tan pobres que no sirven de gran cosa? Un error habitual consiste en diseñar curso de e-learning a partir simplemente de los contenidos, sin averiguar jamás qué es lo que no funciona, sin hablar con los usuarios y verles trabajar, sin entrevistar expertos (no me refiero a expertos en contenidos), sin conocer sus contextos de trabajo, sin entender los principales errores que se cometen.
La tecnología evidentemente nos puede ayudar, pero es urgente que entendamos que se trata de un medio diferente, de un medio nuevo y que por tanto exige desarrollar un lenguaje adecuado para este medio. Si uno se fija en las primeras películas de la historia del cine, por ejemplo de los Hermanos Lumiere, es fácil comprobar cómo utilizaban una nueva tecnología como la cámara de cine con una mentalidad antigua, la del teatro. Nadie duda que el teatro y el cine tienen bastantes cosas en común pero también otras muchas que los diferencian. El teatro cuenta historias pero tiene limitaciones de espacio, de tiempo y de recursos ya que la función se ofrece todos los días, a la misma hora y con los mismos actores que solamente pueden hacer dos diarias con las restricciones que el escenario les impone. Sin embargo el Cine, que también cuenta historias, no tiene esos problemas, utiliza la tecnología para no depender de un solo escenario, para poder entrar en la ficción, manejarse en diferentes lugares, diferentes épocas, etc. Ambos comparten muchos elementos, comparten guión, comparten director, comparten actores, pero es la tecnología la que le permite el cambio principal, es la cámara y la capacidad de rodar, de editar y añadir efectos especiales la que permite desarrollar un lenguaje diferente. El cine no consiste en otra cosa que contar historias pero de una manera diferente al teatro. Lo mismo ocurrió con la aviación donde lo primero que el hombre intentó fue copiar el vuelo de los pájaros para acabar desarrollando aviones que no tienen mucho en común con la forma en qué los pájaros vuelan. Imagínense que si resulta fácil quedarse dormido viendo una película (a pesar de todo el despliegue multimedia que realiza), qué esfuerzo hay que hacer para no quedarse dormido ante un curso de e-learning que lo único que suele proponer es leer interminables páginas de texto.
Internet se ha transformado en un medio ágil de distribución de contenidos pero no una herramienta pedagógica para aprender. Hemos pretendido dejar todo el sistema igual y lo único que hemos variado es la tecnología y claro, añadir tecnología a un modelo que no funciona no solo no lo mejora sino que lo empeora. A fin de cuentas, un burro atado a Internet sigue siendo un burro. El ordenador se ha convertido en un mero replicador de libros.
La tecnología no es primera pregunta que uno se tiene que hacer, hay otras preguntas previas como cuál es el problema que queremos resolver, quien es la audiencia a la que ese problema afecta, qué es lo que necesitan saber hacer, porque lo necesitan saber hacer, de qué forma lo voy a evaluar, cuales son los recursos que necesitan, etc.
En su momento muchos formadores temieron que el e-learning amenazaba con sustituir personas por contenidos y por ordenadores. Vale la pena considerar cuál era el valor que las empresas encontraban en el trabajo de un formador si realmente era tan sencillo sustituirlos por máquinas. El argumento era que el e-learning iba ser más barato pero el tiempo ha demostrado que no lo es. Sabemos que lo que nos ahorramos en viajes, en alojamientos, en formadores lo tenemos que gastar en infraestructura, en contenidos, en plataformas, en tutores. Además no se trata de hacer las cosas más baratas, sino de invertir en aquello que es mejor para el negocio, considerarlo no como un gasto sino como una inversión imprescindible. En momentos de cambio no hay que gastar menos en formación, hay que gastar más. La tecnología no es primera pregunta que uno se tiene que hacer, hay otras preguntas previas como cuál es el problema que queremos resolver, quien es la audiencia a la que ese problema afecta, qué es lo que necesitan saber hacer, porque lo necesitan saber hacer, de qué forma lo voy a evaluar, cuales son los recursos que necesitan, etc.
Actualmente PowerPoint y el PDF siguen siendo el estándar universal de intercambio de conocimiento, a pesar de toda la tecnología sofisticada que tenemos a nuestro alcance. Es imposible aprender con un PowerPoint ya que sirve para transmitir información y para comunicar que evidentemente es lo más cómodo para cualquier profesor pero lo más complicado para el alumno. No tiene mucho sentido enseñarle tecnología a nadie, lo que tiene sentido es ayudar a entender cómo sacar partido de ella. Nadie necesita aprender el Word, lo que merece la pena es aprender a escribir, aprender a expresarse correctamente, aprender a hacer informes.
Básicamente estamos utilizando Internet como medio de distribución, rol que cumple muy adecuadamente. Pero también sabemos de sobra que exponer a la gente a contenidos no garantiza que sea capaz para desempeñarse mejor. Tenemos problemas para abordar toda la información disponible y al mismo tiempo sentimos que nos falta conocimiento. Es increíble como a medida que crece la inversión y la tecnología, los contenidos han sido progresivamente más pobres. Internet, a pesar de la banda ancha, de flash, de la multimedia, sigue siendo básicamente texto.
Introducción > Parte 2
1ª Revolución: Aprender con tecnología.
2ª Revolución: Aprender haciendo.
3ª Revolución. Formación ligada a desempeño y resultados.

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