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Los tres pecados capitales de la formación

ignacioaliende
Consultor de e-Learning y RRHH

En este artículo el autor se enfoca en la cuestión central acerca de para qué formar, y qué aspectos deben tenerse en cuenta para su implementación.

Hace unas semanas el presidente Rodríguez Zapatero afirmaba que cuando un trabajador se forma está trabajando para su país. Sin entrar a valorar la vertiente política de la frase, cabe preguntarse qué es lo que ha pasado estos años atrás para que sobre algo que pudiera ser cierto haya tantas personas que lo pongan en duda. Parece como si la formación hubiera perdido hace tiempo su atributo trabajo.

Si miramos a la formación corporativa, tanto en empresas públicas como privadas, pueden existir algunos precedentes que nos hayan hecho perder parte de credibilidad.

¿Exigencia a todos los actores involucrados en la formación?

Por ejemplo, y esto es algo que los formadores conocen perfectamente, en nuestro país se pasó de antes de los 90 considerar al profesor/formador un referente de partida, a que cada vez fuera más habitual que se le exigiera, además de conocimiento, un cúmulo de características más cercanas a las de un animador.

“Sin exigencia, sin diseño o sin una buena comunicación, el trabajo del responsable de formación se hace muy complicado.”

Recuerdo un amigo que aprendió juegos de magia para amenizar las sesiones de formación. Y eso a lo mejor no está mal, siempre y cuando el alumno no piense que formarse es sólo ir a pasarlo bien, que el responsable de formación no olvide que toda formación debe perseguir un objetivo (no sólo pedagógico, sino también corporativo o de negocio), y que el proveedor de formación no se resigne a ser un showman.

¿Diseño y personalización?

Para alcanzar los objetivos de cada programa de formación, que es lo que le aportan utilidad y vinculación con el desempeño, es preciso realizar una inversión en el diseño de la formación con el fin de personalizarla lo suficiente para hacerla apropiada para el colectivo destinatario y su entorno profesional. Me temo que éste ha sido otro de los pecados. Unos, los clientes, dejaron en muchas ocasiones de participar, de dedicar tiempo y de dedicar dinero a dicho diseño y, frecuentemente, el proveedor de formación terminaba tratando de amortizar aquel otro curso que ya había vendido a otro cliente en el pasado en respuesta a una necesidad diferente.

El cuidado y esmero que exige el diseño de contenidos y programas de e-Learning debe tener su paralelismo en la formación presencial y blended. Al fin y al cabo, las diferencias entre las metodologías se están difuminando, y es cuando ponemos el objetivo en el vértice del diseño lo que nos permite después ir introduciendo las técnicas y contenidos más apropiados subordinados a ese objetivo final; sin perder el norte. Se me hace complicado construir soluciones formativas que no requieran algo de todas las metodologías o canales, de las que hablamos como si fueran mercados separados: formación en el aula, coaching, mobile learning, eLearning, etc.

Formación sí, aunque no sólo

La formación, en el formato que sea, no puede sustituir a dos pasos previos. Cuando mi organización me dice que debo aprender algo es fundamental que antes sepa dos cosas: por qué eso es importante para mi organización y cómo esperan que aplique el conocimiento (léase también destrezas o habilidades) que voy a adquirir.

He tenido la ocasión de volver a comprobar en el Online Educa de Berlín de este año que los proyectos formativos más exitosos y atractivos son aquellos donde se ha cuidado la forma en que los comunicamos, desde la dirección de la empresa o a través de los mandos intermedios. En caso contrario el paralelismo entre formación y desempeño se fractura y, en consecuencia, la formación pierde prestigio.

Sin exigencia, sin diseño o sin una buena comunicación, el trabajo del responsable de formación se hace muy complicado, una misión imposible que le impide ofrecer resultados a su organización y, a la larga, trae su penitencia en forma de recortes de presupuestos a la mínima que la economía flojea. ¿Les suena?

Ya tenemos los tres pecados, al fin y al cabo se trata de aprender de los errores, es el primer paso para evitarlos en el futuro. Conozco muchos profesionales que trabajan ya para que estos pecados no se reproduzcan en sus organizaciones, y es observando cómo trabajan lo que me ha inspirado para escribir esta columna.

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