Por Xavier Kirchner
Consultor asociado - Telefónica -Educación
En este artículo –y próximas entregas- Xavier Kirchner nos introduce en el proyecto “eduCAT1x1” puesto en marcha en el sistema público catalán en el curso 2009-2010
“Poner ordenadores en las aulas, en manos de los alumnos, así sin más, no sirve para nada, si eso no va acompañado de un auténtico programa de innovación pedagógica”. ¿Cuántas veces hemos oído esta frase? Quizá también la hemos admitido como cierta… ¿Lo es realmente?
Las tecnologías de la información y las comunicaciones van más allá de los avances que han dado a la sociedad otras tecnologías más físicas. Inciden directamente en lo que es más esencialmente humano, la comunicación interpersonal, la transmisión de la información y del conocimiento de unos seres a otros. A la base tecnológica de los ordenadores interconectados que es Internet, se añadió más tarde la de las informaciones interconectadas, que es la World Wide Web, y ambas nos están llevando al fenómeno de las inteligencias interconectadas, the wisdom of crouds que la llaman los teóricos de la Web 2.0.
La Web 2.0 no es un juguete tecnológico más
Es totalmente cierto que los hombres y las mujeres han trabajado colaborando en equipo desde los orígenes de la historia. Reutilizar las ideas de predecesores, y añadirles una capa más de creatividad para crear un nuevo objeto de conocimiento es la forma como se ha desarrollado la cultura desde antes de Aristóteles. Lo que representa un cambio cualitativo es la amplitud y la difusión que el fenómeno está alcanzando hoy.
Lo que cambió la sociedad no fue que se inventara el automóvil, fue que usarlo estuviera al alcance de la mayoría de la población y que se difundiera su utilización. La propia Internet no incidió mucho en nuestra sociedad mientras fue una herramienta utilizada solamente por el club relativamente exclusivo de los científicos y los universitarios. Es desde hace pocos años que la comunicación persona-a-persona, el acceso generalizado a la información y las herramientas de generación colectiva del conocimiento están al alcance del común de la población; es precisamente ahora cuando estas tecnologías y los cambios de mentalidad que se derivan de ellos están haciendo cambiar nuestra sociedad.
Las tecnologías de la información y las comunicaciones, y las herramientas de la inteligencia colectiva modifican la mente
Por razón de mi trabajo en I+D estoy en contacto con jóvenes profesionales que representan la avanzadilla de lo que llamamos “nativos digitales”. La capacidad de ejecutar tareas sofisticadas manteniendo en paralelo varias líneas de actividad, de tomar con rapidez decisiones complejas analizando multitud de informaciones dispersas, de localizar con facilidad el núcleo de un problema, concentrar en ese núcleo la estrategia del trabajo y mantener su atención enfocada evitando la dispersión, es para ellos la forma normal de trabajar.
Si el uso de la herramienta mecánica modifica la mano, se podría decir que utilizar las tecnologías de la información y las comunicaciones, y las herramientas de la inteligencia colectiva modifican la mente de quien lo hace.
El mayor contacto de los jóvenes con el medio digital se produce fuera de la escuela
¿Viven al margen de las tecnologías digitales nuestros jóvenes de hoy? La respuesta es: no, pero, salvo muy dignas y meritorias experiencias singulares, el contacto se produce fuera de la escuela. Igual que la formación en todo lo referente al sexo, se aprendía en mis tiempos por vías heterodoxas por decirlo de algún modo, y así nos iba; en muchas sociedades del mundo desarrollado el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones se aprende hoy fuera del entorno educativo convencional.
“Pueden usarse las tecnologías digitales en el aula y aprovechar todo su potencial para innovar en metodologías educativas cuando se tiene soltura en usarlas en el aula, y no se puede adquirir esa soltura más que usándolas.”
¿Por qué el cambio que se está produciendo en la sociedad y en los individuos de la mano de las tecnologías digitales no está llegando a la escuela? La respuesta está en la simultaneidad de dos circunstancias: el necesario cambio en lo que significa “aprendizaje” por una parte, y la velocidad con la que el cambio se produce por la otra.
Educación para un mundo en cambio
“La situación que encontrarán nuestros alumnos de hoy cuando busquen trabajo mañana, no la sabemos ni la podemos predecir. Somos sus entrenadores para un partido del que no conocemos lo que serán las reglas ni quiénes serán los contrincantes. A pesar de eso, debemos darles recursos para que puedan jugar, y jugar bien”. La frase no es mía, es de Sor Montserrat del Pozo, directora de uno de los centros que participan en el proyecto, ¿la aceptamos? Esa es una pregunta retórica. No hace falta saber mucha aritmética para darse cuenta de que el modo de vida que consideramos propio de las sociedades desarrolladas no escala, es decir no es aplicable a la totalidad de la población del planeta. Las crisis que vivimos no son coyunturales, son estructurales, son las convulsiones de una sociedad que trata de asentarse buscando otras posiciones de equilibrio.
El mundo que dejaba atrás una persona en la Edad Media cuando moría no se diferenciaba mucho del mundo que había encontrado al nacer. Durante miles de años en la historia de la humanidad los avances tecnológicos y los cambios sociales derivados de los mismos se han producido en una forma relativamente lenta. Los cambios más rápidos no eran avances, eran retrocesos por las guerras y las invasiones. Ser docente en esas épocas era relativamente fácil, se trataba de explicar a la generación de los alumnos lo que había sido aceptado como bueno para la generación de los docentes.
Con la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, el progreso ganó velocidad y los cambios se aceleraron. El mundo que una generación dejaba a la siguiente difería significativamente del mundo que se había encontrado al nacer. Sin embargo, las personas inteligentes y formadas eran capaces de extrapolar en base a lo que sabían y habían vivido, y educar así en forma aceptable a la generación que les seguía.
Hoy ya no es así.
El cambio en la forma en que opera nuestra sociedad es mucho más rápido que el cambio generacional
De la mano de la revolución digital, la genética, la energética y otras revoluciones que nos toca vivir, cosas que ni se soñaban hace muy pocos años son hoy comunes y están al alcance de grandes segmentos de la población.
Si toda la información generada por nuestra sociedad está accesible a un click del ratón, ¿tiene sentido concentrarse en transmitir el contenido de unas pocas fuentes, o más bien lo tiene desarrollar el espíritu crítico para poder analizar y comparar las distintas versiones de una misma verdad? Si podemos ver en la pantalla de la pizarra digital todas las obras de un pintor, pudiendo llegar hasta el detalle del trazo del artista sobre una tela, cosa que nunca veremos en la visita a un museo, ¿no deberíamos pensar que enseñar arte ha de cambiar radicalmente su forma? Los ejemplos podrían seguir…
Una escuela para aprender la gestión del cambio
En algunas charlas que doy a docentes les planteo preguntas simples, retos sacados de la vida real que para resolverlos se necesita aplicar un mínimo de conocimientos adquiridos en la educación secundaria: cálculo mental por aproximación, geometría combinada con geografía, química con sustancias domésticas… El porcentaje de asistentes que se atreve a responder, no ya el porcentaje de los que aciertan, es mínimo.
Puede argumentarse que la escuela no debe tanto dar conocimientos concretos, sino una base y la habilidad para adquirirlos posteriormente en el trabajo que debe desarrollarse. Así era en muchos casos en el pasado. Ahora sucede que el trabajo que nos toca hacer cambia radicalmente cuando llevamos pocos años haciéndolo. Lo encontramos injusto y nos cuesta seguir el ritmo de ese cambio. Si por desgracia nos quedamos sin trabajo a una cierta edad, nos es muy difícil encontrar algo parecido a lo que teníamos, porque “estamos desfasados”. Lo único que es constante es precisamente el cambio, y las competencias que la escuela debe ayudar a que los alumnos desarrollen deben consistir en una muy buena parte en hábitos y estrategias para la gestión de ese cambio y en la adaptación al mismo.
Enfoque homeopático: lo mismo que provoca el cambio puede ayudarnos a gestionarlo
Para hacer eso no es indispensable hacer uso de las tecnologías digitales, pero hacerlo sin ellas es mucho más difícil que si se usan. “eduCAT1x1 no hace milagros” – dice en una entrevista una de las docentes que participa en el proyecto – “pero ayuda a hacerlos”. El cambio nos viene de la mano de las tecnologías digitales y de Internet, y esas mismas tecnologías digitales e Internet nos ayudan a gestionarlo. Me gusta verlo como un modelo homeopático.
El aprendizaje no debe estar basado tanto en la adquisición de conocimientos concretos, sino en el desarrollo de competencias para gestionar y adaptarse al cambio a lo largo de toda la vida, y eso significa una modificación radical en el concepto de lo que es la docencia (no en vano en la cita que anoté más arriba aparece la frase “somos entrenadores”). Ese cambio se ha producido dentro de una generación: los docentes de hoy no fueron formados y no desarrollaron en su formación las competencias que deben ayudar a desarrollar en sus alumnos.
¿Recibir la formación en el formato de ayer para poder practicar la enseñanza de hoy?
Siguiendo el modelo de los mecanismos de enseñanza-aprendizaje al que están acostumbrados, muchos de los docentes de hoy tienden a asociar el uso de las tecnologías digitales al requerimiento de un elevado nivel de formación previa basada en conocimientos, y sin ese nivel de formación previa se sienten inseguros para llevar esas tecnologías al aula.
La contradicción que representa pensar que hace falta recibir la formación en el formato de ayer para poder practicar la enseñanza de hoy, pasa desapercibida para un porcentaje muy elevado de los docentes. También pasa desapercibida la contradicción existente entre la idea de que los alumnos tienen un elevado conocimiento sobre el uso de las tecnologías digitales y el hecho de que esos mismos alumnos no han recibido la formación que se reclama para los docentes.
Cuando llego a este punto en mis charlas acostumbro a preguntar: “¿Cuántos de Uds. han recibido clases de inglés?” - la respuesta es mayoritariamente afirmativa – “¿Y cuántos de Uds. se atreverían a dar sus clases en inglés?”, y la respuesta afirmativa acostumbra a limitarse a poco más que a los profesores de esa lengua.
Aprendizaje natural en “inmersión digital”
En el extremo opuesto, aspectos de la vida que son esencialmente críticos para la felicidad, los afrontamos sin formación previa: aprendemos a vivir en pareja cuando tenemos compañero o compañera, y a ser padres o madres cuando tenemos hijos o hijas, de la misma manera que a nadie se le ocurre hacer clases teóricas de natación antes de entrar en la piscina. Al aprendizaje que se realiza cuando se tiene un problema a resolver se le llama “aprendizaje natural”, y ese es el que se ha practicado desde la noche de los tiempos.
Se habla bien una lengua cuando se piensa en esa lengua, y se piensa en una lengua cuando se lleva un cierto tiempo hablándola. Ese nudo gordiano se rompe con los métodos de inmersión lingüística. Se habla la lengua que se desea aprender todo el tiempo; puede hablarse con quien uno quiera y del tema que quiera, pero en esa lengua. Es un método brutal, pero funciona.
Pueden usarse las tecnologías digitales en el aula y aprovechar todo su potencial para innovar en metodologías educativas cuando se tiene soltura en usarlas en el aula, y no se puede adquirir esa soltura más que usándolas.
El método que se puso en marcha en el sistema público catalán en el curso 2009-2010 podía haberse llamado “inmersión digital”, pero se llamó eduCAT1x1.
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